viernes, 4 de marzo de 2011

Relato de Libre Disposición

Este es un relato que hice para Libre Disposición. Me gustó mucho y decidí ponerlo en el blog de Lengua. ¡Espero que os guste!


Diario Marino

Capitulo 1


Hola me llamo Carla y tengo 18 años. Este es mi diario marino, en el que voy a contaros mi viaje hacia las Américas. Mi padre es un negociante y quiere comprar cosas en las Américas para poder venderlas a un precio más elevado en Europa. Vamos en un barco llamado Esperanza. Embarcamos en él hace ya una hora. Vamos a hacer una escala en unas islas, no son muy conocidas pero mi padre tiene amigos allí. En cuanto lleguemos me gustaría ir a un restaurante para probar los platos tradicionales e ir a una tienda para comprar algunos recuerdos. Esto último es una comstumbre mía que hago siempre que voy a un lugar. Luego lo apunto en mi cuaderno de países y así podre recordar cada país al que visito. Mi padre no me lo impide, él dice que así seré una mujer culta. Él me enseñó a leer y escribir, algo que otros jóvenes con mi edad no saben hacer. Esto es injusto, todo debíamos tener derechos y obligaciones, un derecho seria poder aprender a leer y a escribir. Mi padre de joven quiso ser escritor pero su padre le influyo y ser escritor se convirtió en un sueño olvidado. Por fin llegamos a las islas di una vuelta antes de almorzar, visite algunas tiendas y compre algunos recuerdos pero me aburría bastante, quería visitar algo nuevo. Me senté en un banco muy bonito: estaba adornado con flores y me recordaba al campo. De repente unos muchachos de mi edad me llamaron. No sabía qué hacer, si ir con ellos o quedarme en la plaza leyendo un libro. me dirigí hacia ellos y me preguntaron si quería subir al carruaje, acepte y me levaron a una pradera llena de flores. Algunas eran rojas, otras amarillas y azules. Cogí unas cuantas y me hice un ramito. También cogí una de cada tipo para prensarlas y guardarlas en mi cuaderno de países. Vi un gran redil, y me acerqué. Había un gran caballo, blanco y muy bonito, todos nos agolpamos para verlo, era un caballo precioso. Volvimos pronto a la ciudad y me invitaron a comer, pero mi padre me esperaba en un lujoso restaurante con uno de sus mejores compradores, que tenía mi misma edad. Era joven, pero una persona muy mala y con muy malos modales. Nada más llegar se sentó y se desperezó. No me gustó nada. Puso los pies en la mesa y sin querer tiró todas las copas. Mi padre tuvo que apechugar con su acción.
Ana Cristina Guerrero Rodríguez 1º ESO A

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